Según la organización mundial de la salud (OMS) para 2019, se estimaba que la Epilepsia afecta en el mundo a unos 50 millones de personas, el 80 % de casos, viven en países de ingresos bajos y medianos, el 70 %, podría vivir sin convulsiones si se diagnostican y tratan adecuadamente. La mayoría de los casos nuevos de Epilepsia se reportan en niños, su frecuencia es más elevada en aquellas latitudes en donde por debilidades asociadas a un sistema sanitario precario, la aparición de problemas de salud de la madre durante el embarazo, las condiciones en las que se lleva a cabo el nacimiento y ulteriormente las alteraciones del neurodesarrollo secundarias a las razones previas expuestas.
En este siglo 21, ya es aceptado por la ciencia ,las múltiples presentaciones clínicas de la Epilepsia. Así vemos como la ILAE (Liga Internacional contra la Epilepsia por sus siglas en ingles) en 2017, en su última clasificación; cita las Epilepsias que podemos ver (Epilepsias focales y generalizadas con componentes motores diversos) y aquellas que no podemos ver (Epilepsias generalizadas no motoras, Epilepsias con componentes neurosensoriales), solo por citar algunos tipos de Epilepsia de la clasificación citada.
Los niños con Epilepsia tienen mayor frecuencia en presentar problemas de aprendizaje, de comportamiento, de conducta, de sueño; por ende, menor rendimiento escolar. Además, menos habilidad para manejar situaciones de estrés, ya sea en su entorno familiar inmediato o en su entorno escolar y social.
En muchos de los niños y adolescentes con Epilepsia, el estrés podría ser un factor desencadenante de crisis convulsivas visibles (crisis convulsivas clínicas) y no visibles (crisis convulsivas no clínicas, crisis de ausencia, o crisis eléctricas durante el sueño).
En la actualidad, y a 18 meses de pandemia por Coronavirus COVID-19 en República Dominicana y el mundo, aunque no podemos decir que los pacientes con Epilepsia tengan mayor riesgo que el resto de la población de padecer COVID-19, ni tampoco de que puedan presentar COVID-19 más grave; por el contrario, si podemos afirmar sin lugar a dudas, que dada las dificultades derivadas de un retorno a clase presencial luego de un año escolar virtual, de reclusión domiciliaria impuesta por las condiciones sanitarias, las dificultades de no tener las medicinas antiepilépticas a tiempo, el estrés intrafamiliar por perdida de seres queridos, así como, por las modificaciones laborales de los padres, estas sí que constituyen razones de peso a considerar como posibles factores, que pudieran aumentar la frecuencia en intensidad de las crisis convulsivas en los pacientes con Epilepsia.
A lo ya expuesto podríamos agregar, que cada día se reportan nuevas consecuencias secundarias al haber padecido COVID-19 en cualquiera de sus formas (COVID agudo, Post-COVID, Síndrome de Inflamación sistémico Post-COVID, o COVID de larga duración), observamos aparición de problemas escolares, conductuales, comportamentales, de sueño, del humor entre otros, como consecuencias ulteriores al COVID. En este tenor de ideas, observamos como comienzan a repuntar los casos de PANS (siglas en ingles de Síndrome Psiquiátrico de Inicio Agudo), de tics, y los trastornos de sueño (insomnio, sonambulismo, sueños lúcidos, y otras parasomnias) en un contexto ligado a la presentación de COVID-19 en cualquiera de sus formas.
Los padres, familiares y cuidadores de pacientes con Epilepsia diagnosticada, escolarizados en medio tradicional, en medio inclusivo o en medio especial, quienes hayan presentado COVID-19 en cualquiera de sus formas, deben estar atentos ante la eventual aparición de cualquiera de las dificultades ya expuestas.
De igual modo, los padres, cuidadores y maestros de aquellos niños y adolescentes sin antecedentes previos de Epilepsia, pero con historia de haber tenido COVID-19 en cualquiera de sus formas, deben estar atentos ante la aparición de cuadros de alteración de comportamiento, aprendizaje, dificultades escolares , y/o del sueño.
Dr. Franklin Montero
Pediatra-Neurólogo-Epileptólogo.